En el mundo del asesoramiento profesional estamos acostumbrados a tratar con toda clase de perfiles. Desde profesionales con licenciatura, posgrado y muchos años de experiencia en su campo, hasta trabajadores «de a pie», con toda clase de destrezas y experiencia en su bagaje, multidisciplinares y sin miedo a trabajar en otros campos, ya sea por vocación o por necesidad.
Así pues, a lo largo de nuestra experiencia hemos identificado lo que una de mis compañeras muy acertadamente denominó «titulitis», término que yo ahora le cojo prestado, y que viene a señalar aquella obsesión por parte de las organizaciones de ceñirse a lo estricto de las titulaciones obtenidas académicamente, y sobre todo, al miedo de los demandantes de empleo de salirse de lo estrictamente formal y relacionado con su titulación. Como si no considerasen el valor de dar a conocer una parte más polivalente y profunda de su persona.
Venimos, por suerte o por desgracia, de una cultura empresarial heredera del fordismo, aquel sistema de producción de Henry Ford que mecaniza y simplifica los movimientos, evitando que el trabajador razone y limitándolo a realizar repeticiones de forma interminable. Fue él mismo quien, en una ocasión, acuñó la célebre queja «Cómo es que cuando quiero un par de manos, también me traen un ser humano». Este pensamiento ya arcaico todavía nos azuza dándonos a entender que si a una empresa le damos a entender que somos algo más que nuestra fuerza productiva, vamos a suponer un problema.
Sin embargo, esto hace ya tiempo que ha dejado de ser así. Actualmente, vivimos en un entorno profundamente dinámico, en continuo cambio tanto político como económico, conectados a unas tecnologías en constante renovación y siempre buscando el detectar las soluciones más innovadoras de la forma más pronta posible, intentando incluso adelantarnos a la necesidad del futuro cliente adivinando cuál va a ser y cómo satisfacerla.
En este contexto, una empresa orientada al futuro y con ansias ya no sólo de sobrevivir, sino de mejorar y crecer, necesita del potencial de todos y cada uno de sus integrantes, a lo largo y ancho de toda su jerarquía, sin desdeñar las ideas y recursos de los mismos sólo considerando qué puesto o de qué tareas se ocupan en ese momento. Tanto es así, que en determinados círculos académicos se vaticina que en el futuro desaparecerá el concepto de «puesto de trabajo», y cada organización designará a sus integrantes aquellas tareas para las cuales les necesiten, siendo estas cambiantes en el tiempo y ajustadas a las circunstancias de cada momento.
Así pues, sería recomendable no utilizar el curriculum vitae como una máscara, sino como un espejo en el que reflejar mucho más que la titulación concreta o la experiencia previa que se ha obtenido. Una persona es mucho más que eso, y puede aportar a la organización una pluralidad de conocimientos, habilidades e inquietudes que sin duda va a necesitar en algún momento.
Recientemente, una joven licenciada en Ingeniería Técnica me preguntaba si incluir en su currículo los cursos de Yoga y Tai Chi, así como sus estudios de música y algunas otras inquietudes sobre el modelo de sociedad global en las que se había formado. Mi respuesta fue un rotundo «sí». «Esta clase de cosas son las que te van a diferenciar de otras personas con el mismo perfil técnico», le argumenté.
Además, desde hace ya tiempo aconsejamos a nuestros usuarios el incluir en su currículo un apartado de competencias personales, es decir, todas aquellas habilidades propias de la persona que no se han obtenido en un título académico, como pueden ser, por ejemplo, la capacidad de liderazgo, la predisposición al trabajo en equipo, o la resiliencia. Son competencias que pueden ser muy necesarias para poder desempeñar determinadas tareas, y la empresa bien va a exigirlas a la hora de contratar. Es por esto que señalar las propias inquietudes personales puede ser un punto a favor siempre que se dejen entrever las competencias que subyacen de las mismas, y que pueden ser de utilidad al ser aplicadas al servicio de una organización, siempre teniendo en cuenta que todo lo que se indique en este sentido luego tendrá que ser argumentado en la entrevista de trabajo.
En definitiva, brindamos desde aquí la posibilidad de acabar con esa herencia fordista que equipara al ser humano con poco más que un par de manos hábiles, y recomendamos aprovechar las oportunidades que nos brinda la actual situación de profundo cambio para hacernos valer por lo que somos, más que por lo que hacemos.
Daniel Cebrián
Fundación Equipo Humano.